La casa, como refugio, como poética y como configuración del espacio literario, ha sido recurso de autores como Héctor Rojas Herazo, Pedro Badrán Padauí, Gabriel García Márquez. Como toda enumeración, la lista se enhebra por el hilo del escritor costeño que, contrario a lo que cree el habitante del interior, es triste por naturaleza. No he leído a Roberto Burgos Cantor, pero su mirada y sus gestos me lo confirman.
Si las paredes hablaran, de Javier Correa Correa (Barranquilla, 1959), es una novela corta, premiada en los Premios de Literatura Taller de Escritores Universidad Central, “25 años del TEUC”, 2006, por Arnoldo Palacios, Nicolás Suescún y Roberto Rubiano Vargas, que trae a la superficie la textualización de nociones rotundas e inasibles como el desamparo y la intemperie. Los personajes, habitantes del edificio en ruinas, tejen el espacio interior con los hilos del espacio físico. La melodía lenta del abandono y la ruina se inscriben dentro de la tradición de la tristeza tan afín a la materia literaria.
Bogotá, 2009.
Recomendado:
Correa Correa, Javier. Si las paredes hablaran. Bogotá: Ediciones Universidad Central, 2007, 110 págs.