miércoles, 25 de agosto de 2010

Si aparece una pistola al principio es para que, al final, la dispares [a propósito de la figura literaria conocida como “anticipación”]



A propósito de los 150 años del nacimiento de Anton Chéjov, siento esa necesidad íntima de la escritura. Como lo escribí hace algunos días, esa necesidad no debe sobrepasar el límite de su urgencia bajo el pretexto de una imposición. Por eso no he creído en la aplicación práctica -sobre mi propia experiencia, y quiero ser enfática en ello- de la disciplina para el acto de la creación. En mi haber tengo una colección de calendarios, derroteros y agendas, meros intentos frustrados de poner bajo cerco mis momentos de escritura con tan fatales resultados que bien vale la pena ni siquiera conferirles mención alguna. Al contrario, tengo en gran estima aquellos momentos que, aunque bajo la burbuja de la tan mencionada Academia, han provocado escenas de digna recordación como es el episodio de mi hallazgo de la literatura rusa, y de mi Chéjov entrañable, de mano de aquella profesora salida de una antología del siglo XIX, Marina Kuzmina, que permitió que un grupo de estudiantes de Universal II (si mal no recuerdo) propusiéramos como trabajo de clase la lectura dramática de uno de sus cuentos.


Bogotá, 2010