miércoles, 20 de octubre de 2010

Nunca en cines (2005), de Andrés Burgos (Medellín, 1973)



Cuando pienso en las relaciones que existen entre el cine y la literatura, o el cine y la vida, no puedo menos que desdibujar la línea trazada por la conjunción «y». La experiencia como lector o como espectador, en nada se diferencia a la experiencia de existir. Cosa distinta sucede cuando un escritor, o por lo menos alguien que cree dedicarse a ello, considera que resumen o relación de vida equivale o es literatura, como es el caso de esta segunda novela de Andrés Burgos y que es la versión ampliada e innecesaria del perfil que ocupa unas pocas líneas en la solapa del libro. ¿Qué hace que un fulano sienta la necesidad de embutir a los demás aspectos imbéciles y circunstanciales de su existencia? ¿Qué hace que las editoriales consideren esto como publicable o como representativo de nuestra literatura? No lo sé. Lo único que sé es que lo leo con la misma actitud que me tomaría un remedio o me haría un examen médico, es decir, a sabiendas de que después, vendrá una recompensa a mi resistencia y a mi valor.

Bogotá, 2010

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