Leyendo Primeros cuentos de diez maestros latinoamericanos, de Ángel Rama, me re-encontré con un pasado cercano que me niego a soltar –miedo de un niño a la oscuridad–en uno de estos cuentos, el de Juan Carlos Onetti, “El posible Baldi”. No tengo intenciones de reteñir la lectura de otros a través de un análisis literario; prefiero, a cambio, quedarme con aquello de la literatura que me reconcilia con la vida y con la especie humana: la lectura, el despliegue de un mundo que, en sus pliegues, ofrece un refugio para mí. Procedo, entonces, a transcribir sus palabras, como un oficio de escritura personal que me permite buscar, sin temor a confesarlo, un calco de esa sensibilidad, de esa mirada onettiana de mi objeto de deseo: la ciudad de Buenos Aires.
“Y rápido como si sacudiera pensamientos tristes, la cabeza giraba hacia la izquierda, chorreaba una mirada a Baldi y volvía a mirar hacia delante.”
“Unos faroles rojos clavados en el aire oscurecido.”