Leo una novela, rescatada en el 2007 por la colección “Biblioteca de Literatura del Caribe Colombiano”, del escritor cartagenero Alberto Sierra Velásquez. Este cineclubista en los años sesenta y setenta, escritor de teatro que fundó y dirigió el Teatro de Cámara de Cartagena, es el autor de una novela corta titulada Dos o tres inviernos, premiada por la Extensión Cultural de Bolívar en 1963. La novela se divide en tres capítulos: Interiores: la habitación; Exteriores: la ciudad, y Exteriores: la “fiesta del agua”. La protagonista, una mujer que vive con pasión inusitada el tedio de la existencia, contempla desde su ‘cuarto propio’ lo que sucede afuera. La propuesta, no hay que negarlo, es interesante; en el umbral que dibuja la prosa en el encuentro con lo poético, la novela de Sierra Velásquez se despliega, surrealista y absurda, sobre el telón de fondo de una Cartagena húmeda y ruinosa, llena de callejones y vericuetos como el trazado de la protagonista a través de sus pensamientos.
El reparo está en el lenguaje. A mi modo de ver, no hay duda alguna de que Dos o tres inviernos lanza al tapete de la experimentación y de la apelación al lector, la tradición de las letras costeñas engolosinadas con personajes míticos y con la superación de la brecha entre civilización y barbarie que representan las duplas oralidad-escritura y campo-ciudad, pero con el despliegue, un tanto aturdidor, de procedimientos que dejan al aire la costura de la escritura para que sea fosilizada mediante una serie de palabras retorcidas y pesadas que creen así succionar el tuétano de lo literariamente estético y que, como lo dice el personaje-objeto-de-deseo-de-la-protagonista, cree que “Decir absurdos es crear” (Sierra Velásquez, 82).
Bogotá, 2009
Recomendado: Sierra Velásquez, Alberto. Dos o tres inviernos. Cartagena de Indias: Editorial Universitaria. Universidad de Cartagena, c2007, 160 p.