martes, 4 de agosto de 2009

Esto apesta


Atentados, guerrilla, paramilitares, satánicos y maldadosos. Narcotráfico, tetas, secuestros, prostitución y corrupción. Si bien en la literatura no es importante el qué sino el cómo, los escritores y editores del momento abusan ya no del desocupado sino del sufrido lector. Esto huele mal, de Fernando Quiroz, prolongación del monstruo contemporáneo que llaman novela, no solo garantiza desde la misma portada —un perro French Poodle y una pierna encorreada de mujer— la experiencia repetida, sino que se encarga de mantener lo repetible hasta las últimas líneas de 181 páginas y 76 cortos capítulos: la infidelidad de Ricardo, un trabajador de una agencia de viajes (o algo así, que en todo caso no importa porque solo funciona como excusa de sus escapadas y de la mención que Quiroz hace de los argentinos para conmemorar su capítulo Gatopardo-Buenos Aires). La fórmula de eventos de la vida política, social y sexual colombiana esta vez escoge como escenario el atentado del Club del Nogal del que se salva el protagonista gracias a que, justo en esos momentos, se encuentra departiendo con Manuela, su amante de turno. Hace poco leí en una de las columnas de Carolina Sanín, en El Espectador, titulada “El chisme de la novela”, una reflexión bastante interesante sobre la infidelidad que apela a la experiencia novelística y que en mí insufla esa idea que me encanta del doble; pero que, en el caso de Esto huele mal, encarnece la lista de producciones escritas que se inscriben en lo que llamo, desde ahora, «experiencias telenovelísticas». Una mejor portada para esta novela de Fernando Quiroz, hubiese sido, tal vez, una fotografía de la mierda de Nerón, el perro de Manuela.

Bogotá, 2009

No hay comentarios:

Publicar un comentario