lunes, 8 de junio de 2009

Una vez más, la forma especular






Las letras engañan cuando son los ojos los que leen. Se lee en la esquina escondida de lo íntimo. Los ojos son vidrios, cristales incoloros por los que pasa el material opaco de las letras. Lo que brilla es el destello del retruécano, del juego que se insinúa con la combinación de las letras que, de a poco, acumulan palabras. ZOO (A Zed and Two Noughts), de Peter Greenaway, es el equilibrio del reflejo interrumpido. Bajo la forma de un tributo a Vermeer, este artista (primero) y director de cine (después) de origen galés, logra que «el momento de la acción fugaz» y «el drama revelado por la luz» sean pivote de la maquinación refinada que deviene poética de la putrefacción. La dupla se supera a partir de otra dupla: los mellizos que, obsesionados con la pregunta acerca del tiempo que toma un cuerpo para descomponerse, empiezan una búsqueda exhaustiva de la respuesta. El doble no es solo la re-invención de algunos de los cuadros del pintor holandés de mediados del siglo XVII, Jan Vermeer, ni los dos círculos perfectos y azules que ocupan casi medio encuadre al inicio de la cinta. El doble es la obsesión, es una fijación que es fantasma de la obra artística y literaria. La inquietud por el otro que es el uno, el desdoblamiento del sujeto a través de su repetición.

Recomendado: http://seikilos.com.ar/seikilos/category/opinion/cine/greenaway/


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